Experiencia de Conexión Natural en el Espacio de Vida Colibrí































































Comunidad_Reunida_Espacio_Colibri
Un mágico atardecer en Espacio Colibrí: naturaleza, gastronomía orgánica y conocimiento astronómico se unen para una experiencia única
Source: En esta imagen, un grupo de personas disfrutan de la compañía mutua en el Espacio Colibrí. Se ven rodeados de la exuberante naturaleza, mientras comparten una cena orgánica elaborada con productos locales. Al fondo, se puede apreciar el magnífico paisaje natural que ofrece este lugar. La escena es iluminada por la suave luz del atardecer, y se puede percibir en sus rostros la fascinación por lo que están aprendiendo sobre astronomía. Esta imagen captura el verdadero espíritu de este espacio: la conexión con la naturaleza, el enriquecimiento personal y la construcción de comunidad.Experiencia de Conexión Natural en el Espacio de Vida Colibrí
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Renacimiento Interior: Mi viaje a Espacio de Vida Colibrí
Así como cada amanecer marca el inicio de un nuevo día, toda gran aventura empieza con una decisión. En mi caso, esa decisión llegó como una ráfaga de viento fresco en medio del calor sofocante del ajetreo cotidiano. Mi mente, una turbulenta encrucijada de compromisos y plazos, encontró un claro de paz en la idea de un encuentro con las estrellas en el Espacio de Vida Colibrí. ¿Por qué no? Después de todo, un poco de desconexión y recarga de energía no le hace daño a nadie.
Así que, sin pensarlo mucho, cogí el coche y comencé a conducir hacia Bullas. Guiado por el instinto y la voz robótica de mi GPS, me adentré en un mundo desconocido. Me había dejado llevar tanto por la monotonía del día a día que, por un momento, olvidé el propósito de mi viaje. Pero allí estaba yo, en el coche, conduciendo por un camino de piedras hacia la montaña, con mi móvil a un lado, ahora silenciado, y el verdadero significado de mi viaje comenzó a aflorar.


La señal del móvil desapareció, y con ella, todo rastro de mis obligaciones diarias. Ahora era solo yo y la montaña. Ese fue el momento en el que me detuve, respiré hondo y finalmente leí el mensaje de WhatsApp que Mavi me había enviado. El punto de encuentro no era aquel camino de piedras, sino el aparcamiento del Salto del Usero, en Bullas.
Así que di media vuelta, encontré señal nuevamente y, esta vez con dirección correcta, me dirigí al Salto del Usero. Cuando llegué, me sorprendió la belleza del lugar. El río, la naturaleza… un escenario perfecto para disfrutar de un momento de ocio con la familia y amigos.
Finalmente, tras algunos contratiempos, logré encontrar a Gema de Astroiversia y el resto del grupo en el aparcamiento. Allí estaban, todos listos y emocionados para comenzar este viaje inolvidable.
Hasta el momento, este recorrido me ha enseñado una lección vital: a veces, el viaje es tan importante como el destino. Y en ocasiones, para encontrar la verdadera felicidad, solo necesitamos parar, respirar y apreciar el “aquí y ahora”. Y con esa mentalidad, estaba listo para la siguiente etapa de mi viaje a Espacio de Vida Colibrí.
Por senderos desconocidos: la fascinante llegada a Espacio de Vida Colibrí
La anticipación llenaba el aire mientras nos agrupábamos en el punto de encuentro. Guiados por Mavi, comenzamos nuestra travesía de 20 minutos por un camino de piedras. ¿Había nervios? Por supuesto. Pero había también una corriente de emoción, un fluir silencioso de curiosidad que nos empujaba hacia adelante. ¿Dónde me estaba metiendo? Esa pregunta, sin duda, revoloteaba en mi cabeza. Pero el aroma del ciprés y del romero me tranquilizaba, al igual que el aire fresco de la montaña, que, con cada inhalación, purificaba mi cuerpo y mi mente.
La llegada al terreno fue una delicia para los sentidos. Después de un giro en U y de cruzar el cauce seco de un río, allí estaba, el Espacio de Vida Colibrí. Todos nos bajamos de los coches y los que habían traído mochila la cogieron. Mi plan inicial, simple y pragmático: tomar fotos, explorar un poco y regresar a casa. Sin embargo, la bienvenida de Mavi cambió todo.
Joven y con una voz dulce, Mavi irradiaba una tranquilidad contagiosa que, de alguna manera, armonizaba a la perfección con el ambiente natural del lugar. A pesar de su juventud, su presencia parecía perfectamente en sintonía con el espacio, su voz, un eco de la naturaleza que nos rodeaba. Su amabilidad y la cálida bienvenida que nos brindó a todos desmanteló cualquier ansiedad que pudiera haber.
Mavi nos invitó a todos a sentarnos y, nos comentó que ella nos iba a ir indicando para disfrutar del principio del “Aquí y Ahora”, nos animó a olvidarnos de nuestros móviles, nuestras preocupaciones y cualquier distracción del mundo exterior. En ese momento, nos instó a simplemente disfrutar de ese momento. No sé cómo sucedió, pero parecía que todos ansiábamos ese consejo. Su recomendación provocó un suspiro colectivo de alivio, como si todos hubiéramos estado esperando ese permiso para relajarnos. Y así, con nuestra atención captada y nuestros sentidos despiertos, Mavi comenzó a explicar la esencia del proyecto Colibrí.



En ese instante, sentí que mi emocional viaje de descubrimiento no hacía más que comenzar. Y, con cada paso que daba en este maravilloso lugar, sentía como si estuviera dejando atrás una parte de mi antiguo yo y acercándome a un nuevo capítulo de autoexploración y crecimiento personal.
Nos sumergimos en nuestro interior: una reveladora caminata en Espacio de Vida Colibrí
De forma metódica y apacible, Mavi empezó a desplegar ante nosotros los entresijos del Proyecto Vida Colibrí. Nos habló de las sesiones de yoga al atardecer que ofrecían cada jueves, y de cómo ella había transformado el terreno, que en su día perteneció a un cazador y estaba plagado de trampas. Había casetas de caza, una pequeña vivienda con un cobertizo, todo envuelto por el desorden de la vegetación y las paredes marcadas por la humedad. Pero Mavi, con amor y tenacidad, había logrado convertirlo en un refugio de paz y armonía.
Empezamos a caminar por los alrededores de la casa, nuestro primer encuentro fue con un arbusto de 300 años al que Mavi cariñosamente llamaba “el abuelo”. Había dispuesto cojines a su alrededor, invitándonos a acercarnos, a hablar con él, a sentir su antigüedad, su sencillez, su complejidad y a respirar hondo el aroma de la naturaleza.








Seguimos nuestro paseo por el bosque y Mavi nos mostró diferentes arbustos cuyas hojas y semillas podíamos ingerir. Nos habló de las plantas medicinales y compartió con nosotros su fascinación y descubrimientos sobre la flora del lugar. La alegría y sencillez con las que transmitía sus conocimientos eran contagiosas, nos hacían disfrutar más del momento. Probamos las hojas, las semillas usadas para hacer ginebra, las flores del romero y una variedad de menta, todos elementos naturales, libres de químicos. Los sabores estallaban en nuestra boca y poco a poco nos envolvían en una profunda calma.
El silencio que nos rodeaba era abrumador, no necesitábamos alzar la voz, podíamos escucharnos los unos a los otros e incluso, si prestábamos atención, podíamos escuchar nuestros propios corazones latir. Mavi nos llevó a la plataforma donde se practica yoga, un lugar que se alinea perfectamente con el atardecer y se llena de su energía, un lugar ideal para meditar y agradecer.
Mavi nos explicó su amor por los cuentos terapéuticos, tanto para niños como para adultos, y cómo los incorpora en los espacios del recinto. Luego nos mostró otro rincón de la parcela destinado a la meditación Zelta, un espiral en el que todos entramos y nos sentamos alrededor de ella. Ella tenía dos instrumentos musicales, el palo de lluvia y un instrumento de la abundancia, nos ayudó a relajarnos aún más, a sentir la tierra debajo de nosotros, a sentirnos parte del espacio. En ese momento, sentí un desbloqueo total, me vi envuelto por el “aquí y el ahora”, sintiendo mi ser vibrar al ritmo de la tierra.














Fue este recorrido, este viaje interno, el que me permitió sumergirme en mí mismo de una manera que nunca antes había experimentado. Y en ese autoexamen, en esa introspección, encontré una herramienta vital para analizar mi vida desde una nueva perspectiva, desde un punto de vista más tranquilo, más consciente y, sin duda, más enriquecedor.
La cena: un festín orgánico de huertos cercanos
Así transcurrió la cena, obra de nuestra querida amiga Mavi, quien había pasado todo el día cocinando para nuestro deleite. En apariencia sencilla, cada platillo escondía horas de labor y amor, completando este inmersivo viaje hacia el interior de uno mismo. Ahí estábamos, compartiendo en el porche, cuando Mavi apareció con pequeños canapés. Al principio, algunos se mostraron reacios a comer con los dedos, algo que en otro contexto se hubiera considerado maleducado, pero en ese espacio relajado y distendido, se sentía natural, incluso correcto.
La comida venía acompañada de una bebida refrescante elaborada con las hierbas aromáticas de su propio jardín, tocada con matices de mentachocolate, albahaca y una variedad de hierbas que nos cautivó. Estaba adornada con frutos rojos y todos los presentes compartimos y disfrutamos de esta exquisita infusión.










La cena no fue en absoluto formal, en ningún momento se nos invitó a sentarnos a la mesa como en un restaurante. Fue una experiencia fluida y espontánea, con Mavi ofreciéndonos y presentándonos sus creaciones culinarias. Nos limitamos a agradecer su esfuerzo y a disfrutar de los sabores y aromas que nos ofrecía. El ambiente adquirió una dimensión aún más especial cuando encendió unas velas de alcohol, que bañaron el espacio con una luz cálida, creando un ambiente de serenidad y relajación.
Este recorrido culinario fue una travesía a lo más profundo de nosotros mismos, alimentando no solo nuestro cuerpo, sino también nuestro espíritu. En cada bocado, cada trago, cada gesto, encontrábamos un momento para la reflexión, un llamado a nuestra consciencia, un recordatorio del arte de vivir en el presente. Con cada instante, nos veíamos sumergidos aún más en este viaje de autoconocimiento y conexiones profundas.
Astroversia: una noche de cielos estrellados y conciencia planetaria
Tras la magnífica cena que Mavi nos preparó, nuestra amiga Gema nos invitó a vivir una experiencia estelar. Ya estaba todo dispuesto, la iluminación era perfecta, el cielo despejado. Nos esperaba un recorrido maravilloso por el universo.
Gema nos inició con una pregunta que nos llevó a reflexionar: ¿Qué fue lo primero que aprendió el ser humano? La respuesta estaba en el cielo. Las estrellas han guiado y regulado nuestro paso por el mundo, han marcado el desarrollo de civilizaciones, sus patrones han dictado ritmos y ciclos. Gema nos llevó de la mano a comprender la astronomía, de una manera didáctica y sobre todo, divertida.
Nos sumergió en historias griegas que vinculan el cielo con la Tierra, nos explicó cómo localizar la Osa Mayor, la Osa Menor, la Estrella Polar y por qué Zeus es tan importante en las constelaciones. Durante más de dos horas, Gema nos ofreció una lección magistral sobre nuestro firmamento, descubriéndonos estrellas a través de su telescopio, algunas que parecían una sola luz y resultaban ser un cúmulo de estrellas, algunas cercanas a nosotros, otras a años luz de distancia.
Esa noche, bajo el cielo perfectamente despejado, sentimos el regocijo del aprendizaje, el compartir risas, chistes y asombro ante la grandeza del cosmos. Gema nos recordó nuestra conexión con el universo, la importancia de cuidar nuestro planeta, de ser conscientes de cómo nuestras acciones pueden impactar la naturaleza, desde el reciclaje de plásticos hasta la reducción del consumo eléctrico que puede afectar a aves y animales nocturnos.










La noche finalizó con la comprensión de que somos parte de un ecosistema frágil y fuerte a la vez, complicado y sencillo. Esa noche, nos dimos cuenta de que formamos parte de algo mucho mayor, de que somos un punto en un universo inmenso, pero un punto crucial para la conservación y el equilibrio de la vida en nuestro pequeño rincón de las estrellas.
El Colibrí: tu refugio de energía positiva y encuentro con la naturaleza
El Espacio Colibrí es ese rinconcito mágico que todos necesitamos para encontrarnos a nosotros mismos y reconectar con la naturaleza. ¡Imagínate! Un lugar rebosante de energía positiva, lleno de vibrantes colores y con un ambiente tan acogedor que te hace sentir en casa al instante. Es el plan perfecto para familias, empresas y organizaciones, un punto de encuentro que promueve el intercambio entre personas, la conversación y el crecimiento personal.
¡Pero espera, que hay más! Si tu visita al Espacio Colibrí está acompañada por nuestra querida amiga de Extrovertida Genial, te prometemos que la experiencia será inigualable. Ella añadirá ese toque de aventura y diversión que nos encanta.
Así que, ¿a qué esperas? Te invitamos a pasar este verano con nosotros en Espacio Colibrí, y a disfrutar de este enclave único en cualquier época del año. Porque, ¿sabes qué? Aquí en Espacio Colibrí siempre es tiempo de crecer, de vivir, de disfrutar y, sobre todo, de recordar que todos formamos parte de este maravilloso planeta que llamamos hogar. ¡Os esperamos con los brazos abiertos y una gran sonrisa! ¡Hasta pronto!


Como cierre:
Y con esto, queridos lectores, ponemos fin a nuestro viaje por el Espacio Colibrí. Esperamos que os hayamos transmitido el mismo entusiasmo y amor por este lugar que sentimos nosotros. Y recuerda, siempre hay un espacio para ti en Colibrí, ese pedacito de paraíso en la Tierra donde la naturaleza, la energía positiva y el encuentro personal se dan la mano. ¡Anímate, vente, y vive la experiencia Colibrí! ¡Te prometemos que será una experiencia inolvidable!
